Reseña Revista

Madres y prostitutas

Por Silvia Santipolo.

Tiempo de lectura 2 minutes 


Dos cuentistas argentinos han escrito sobre madres que son madres, pero también, prostitutas. Dos historias tristes, narradas desde puntos de vista distintos, ambas oscurecidas por el dolor de esas ríspidas situaciones. Aunque los cuentos muestren finalmente que el amor de madre es fiel, dispuesto al sacrificio por sobre todas las cosas, son realidades de devastador fracaso.

Dalmiro Sáenz escribió en primera persona, el propio hijo nos cuenta su destino en el relato María la Rubia.

“Anoche lo supe, bastante después de la pelea, cuando yo y él nos levantamos del suelo. Supe que mi madre es una prostituta, que es distinta a las madres o a las hermanas o las hijas de ustedes, porque ella se acuesta con el hombre que paga los cuarenta pesos que estipula la casa y no con aquel que le dará cierta seguridad de recibir esos cuarenta o una cantidad equivalente para el resto de sus días”.

El cuento comienza describiendo a María en su arduo coqueteo nocturno y a sus clientes, del ventoso y frío sur patagónico. El resquemor comienza cuando su propio hijo llega al prostíbulo e intenta estar con ella en la intimidad.

Abelardo Castillo también relató en primera persona, pero su narrador es el amigo del hijo de la prostituta. El cuento se llama La madre de Ernesto. Una madre que partió del pueblo con una compañía teatral, abandonando a su familia. Pero la huída no salió bien y ahora regresa, para trabajar en un club nocturno, en la ruta que sale del pueblo, al que se le acondicionaron unos cuartos en el piso de arriba.

Ernesto está en el campo, sus amigos lo ven poco. Entre ellos existe esa sombra por saber que su madre se prostituye. La conocen desde chicos, la recuerdan como linda, morena, amplia…y descocada. Una idea escandalosa hace deliberar al grupo: requerir los servicios de la mujer, visitarla como clientes en su cubículo de pecado. Para el amigo de Ernesto, de quien no sabemos el nombre, eso es un disparate, hasta quizás una traición a la amistad.

“Cierta cosa inconfesable, cruel. Atractiva. Sobre todo, atractiva”.

Sin embargo, la jactancia masculina puede más.

“–Y además ya fue medio pueblo. Los únicos somos nosotros”.

Después, el autor nos cuenta cómo es el lugar y cómo es la tensa espera antes de ser recibidos por la madre de Ernesto.

Dos temas similares. El de Sáenz con una buena cuota de sufrimiento, el de Castillo con pequeñas dosis de humor malvado. Una mujer cuya vida la obliga a ser meretriz ante los ojos de un hijo que en principio no lo sabe y la otra que no tan obligada, pero sí espoleada, termina haciendo de su hijo el hazmerreir de amigos y vecinos. No vamos a contar los finales, pero sí a repetir que el cariño materno sigue arraigado en las entrañas y el corazón de ambas mujeres, cada una a su manera.

Por último, destacar cómo la voz de los buenos autores como Sáenz y Castillo, pueden mostrar las vicisitudes extremas, de una forma que llega, que lastima, pero que no ofende con obscenidades fuera de lugar.

María la rubia de Dalmiro Sáenz (1926-2016. Escritor y dramaturgo argentino.)

En https://www.facebook.com/Maria.Gabriela.Leon.H/posts/863396343684967

La madre de Ernesto de Abelardo Castillo (1935-2017. Escritor y dramaturgo argentino)

En http://www.barcelonareview.com/36/s_ac_2.html


Silvia Santipolo

Tesista de Licenciatura en Historia, lectora voraz y una feliz abuela de 56 años. Participa en grupos de lectura virtuales y de un Té Literario presencial en San Cayetano, una pequeña ciudad de Argentina. 

@LectoraPeregrin

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