Ensayo Revista

Un cuarto propio

Por Jorge Sáenz. Foto: Judith Henry, Virginia Woolf in Williamsburg 2014.

Inversión de lectura: 3 minutes


Merodeo el cuarto propio que Virginia Woolf dijo se necesitaba para escribir (además de una comida caliente). El ser humano, después de satisfacer sus necesidades básicas, para estimular la imaginación prefiere la quietud sobre el movimiento, el silencio sobre el ruido. En pausa, los huevos de oro aterrizan sobre el nido. Me inspiro. Me concentro buscando sin resultados la piedra filosofal. Mario Bellatin escribe usualmente viendo al techo; las deformidades y las enfermedades le llegan como inspiración de las alturas. Cuando me enfermo no me muevo de la cama y suelo escribir febrilmente; para crear, necesito ese mal interno que induce a la escritura, o como dice Cristina Rivera Garza: vaciar.

Dicho de esta forma puede ser la escritura un vómito, una fiebre, una ablución y, esto, no es una simple metáfora: Jorge Cuesta llegó a la locura cuando, al no poder escribir, decidió desmembrarse. Espero no llegar a necesitar una de mis partes para apelar a la escritura. Lo que ahora necesito es un cuarto propio, del cual no dispongo tras haber sido echado a la calle por mis padres. Su reclamo: consigue trabajo y deja la literatura por la paz. Decidí leer a Octavio Paz hasta que me echaron a la calle. No quería problemas, soy un chico tranquilo que no molestaba a nadie, un Oblomov que deseaba no salir de su habitación, un aspirante a Kafka que prefería le pasaran la comida por debajo de la puerta para no dejar de leer; escribir para no combatir la locura. Es verdad, no ayudaba a mis padres pero tampoco los molestaba.

Merodeo el cuarto propio que no tengo: el de la imaginación. Ahí están los libros que perdí, las lecturas olvidadas y todo lo escrito. Abierta la puerta, encuentro a Virginia Woolf que me invita un almuerzo caliente. En la mesa están todos: Kafka, Gógol, Bellatin. Cuesta no, el murió por su propia mano (y de esa nadie se salva). Los demás aparecen como en una página de un libro. Ríen sin precisión, manoteando, escupiendo; la comida se les cae de la boca, tiran los platos en movimientos torpes y espasmos rabiosos. A uno de ellos le sale espuma de los ojos y oídos; a Bellatin se le desprende su brazo de plástico y a la nariz de Gógol le crecen pies y sale corriendo despavorida, supongo al saberse parte de la cara de ese hombre horripilante. Entonces siento un movimiento intenso, un calambre que me atraviesa el cuerpo como un rayo, imagino un rapto a la razón. Soy arrojado como de un túnel, de esta película en reversa de lo vivido. Los invitados en vez de vomitar, comen, en vez de escupir, degluten, todo sucede negando el tiempo y su continuidad. Sin saber la composición del viaje pronto me encuentro fuera del ojo oscuro de una cebra, esa pintura (de muy poca calidad) que cuelga de una de las paredes de mi cuarto propio. Todo lo veía a través de ese ojo oscuro de canica, con la misma repugnancia que me provoca aquel personaje de Poe que decide matar al ver en su víctima un ojo que le desagrada.

¿Cómo es que creí que mis padres verdaderamente me habían corrido? Ni siquiera vivo con ellos, pensé. ¿Por qué en los delirios damos por sentadas verdades que no existen? Había permanecido un segundo mirando ese cuadro, esa cebra, ese asqueroso ojo, yéndome a ese otro espacio cuyas coordenadas sólo existen en la fantasía. Lo había conseguido: en el intento por obtener la serenidad como fuente de musas, por dilucidar el punto fijo que Bellatin ve acostado en su cama, en su cuarto, por alcanzar esa forma de vaciar, llegué a esa otra orilla. Durante mi éxtasis por el ojo, tropecé y caí en la ficción. No hay verdad más grande: para escribir, lo único necesario, es un cuarto propio. Y dentro de él, un ligero empujón hacia la espiral absurda que existe en el interior del ojo oscuro de una cebra, (esa pintura de muy poca calidad, por cierto).


Jorge Sáenz (McAllen, TX) es egresado de la Universidad de Texas de Austin en las licenciaturas de Economía y Literatura Hispanoamericana.  Ha publicado en varias revistas como Punto de partida y Latino Book Review.  Desde el 2016 co-dirige el blog literario Fragmentario.  Actualmente cursa su maestría en escritura creativa en la Universidad de Texas UTRGV mientras trabaja en su primer novela.  

 @jorgesaenz0

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