Un año más
Al igual que año con año, me comunico por teléfono con Alfredo Ávalos sobre los últimos detalles de Letras en la Frontera 2016, evento que en esta ocasión será ligeramente diferente a los anteriores: va a ser más de formación literaria que de presentar obra, me dice la voz de Ávalos, organizador.
Letras en la Frontera surgió en el 2008 como una reunión celebrada en la ciudad de San Antonio, Texas. Era la única forma que Alfredo encontró para convocar a sus amigos escritores del norte de México a esa ciudad donde él residía y en la cual se sentía un tanto aislado. La excusa perfecta para satisfacer sus inquietudes literarias y reunir a los amigos que había dejado en Tamaulipas.
Ocho años después, decenas de poetas y narradores han militado por las mesas de lectura en sedes como la Universidad de Texas en San Antonio, la UNAM en su campus tejano, la Universidad de Nuestra Señora del Lago (Our Lady of the Lake), bibliotecas públicas y otros espacios. Cada año, el grupo de escritores —que ha ido creciendo de manera exponencial— vuelve a San Antonio a manifestar su apoyo, a compartir su trabajo y a continuar la discusión sobre literatura contemporánea.
Yo, según mi memoria que puede fallarme, he asistido desde el 2013 (¿o fue el 2012?). En cuanto me reuní con ellos me sentí en casa. Los asistentes maduros tenían experiencia y varias publicaciones, los más jóvenes éramos enérgicos y de ideas innovadoras. Ya vinieran de enormes ciudades como Houston y CDMX o de poblados como Ciudad Mante, compartíamos la inquietud de no sentir que perteneciéramos a ningún lado. Como dice la canción: no soy de aquí, ni soy de allá. Esta frase, quizá trillada, describe la esencia del carácter fronterizo: sin importar que la frontera sea real o metafórica, uno siempre está exiliado de algo o de alguien.
Este exilio es el que los asistentes buscamos resolver a través de la escritura. Al compartirlo con escritores tan diferentes a nosotros (pero a la vez tan parecidos, tan exiliados), nos reconforta y de cierta forma nos sana. Y digo “escritores diferentes” tanto por las nacionalidades (mexicana, colombiana, dominicana, puertorriqueña, venezolana, hondureña, colombiana), como por las diferentes escuelas de las que provenimos: doctores, diseñadores, psicólogas, profesores, abogados, antropólogas, actores de doblaje, etc.
Letras en la Frontera 2016
Este año va a ser más de formación literaria que de presentar obra, me dice la voz de Alfredo, quien al igual que muchos de los escritores de Letras en la Frontera, se ha convertido en un gran amigo. No va a haber tantas lecturas públicas y en cambio vamos a discutir la obra de Juan Rulfo por la celebración de sus cien años. El taller de este año lo va a dar Gerardo Segura, ¿lo conoces? Es un escritor de Coahuila. No, no lo conozco.
Llego tarde al evento que inaugura la emisión 2016, una mesa de debate sobre la obra de Juan Rulfo en la biblioteca de la UNAM-San Antonio.
Rebecca Bowman —proveniente de San Marcos— está al frente leyendo Macario. Tomo asiento cerca de Amélie Olaiz –quien viaja desde la capital junto con su hija Caro y la narradora Adela Celorio-. La saludo de beso lo más discretamente posible. Más tarde le toca a ella leer Es que somos muy pobres. Adela abre un debate sobre Pedro Páramo. Cuqui Vázquez De Lagrange -a quien no conozco aún, pues viene con el grupo de Piedras Negras-, lee el fragmento en el que Rulfo narra a Susana San Juan. Más tarde María del Carmen Maqueo también comparte su lectura favorita de Rulfo y Gerardo Segura cierra con un análisis cerebral y lúcido sobre la narrativa del gran escritor mexicano. Sigue el vino de honor y ahí comienza la aventura de este año, con abrazos y risas y cómo-has-estados y mucho-gustos.
Por la mañana se me hace tarde otra vez. Encuentro a Amélie en el estacionamiento de la universidad Our Lady of the Lake (OLLU). Ella tiene más prisa que yo porque le toca coordinar el taller que impartirá el maestro Gerardo Segura. Recorremos la antigua universidad de arquitectura gótica hasta dar con el salón donde están esperando el resto de los participantes. Una sala de cátedras amplia y de techo alto. Cuatro horas de taller son suficientes para hermanarnos con los escritores de Coahuila.
Luego la comida y más tarde la presentación de libros en el Cuarto Azul de OLLU. Hay suficiente gente, entre alumnos de la universidad y asistentes al encuentro. Estamos sentadas en la mesa, al frente, Amélie Olaiz, Adela Celorio y yo. Precedidas por una eficaz introducción de Octavio Quintanilla -profesor de Poesía de la universidad y miembro activo de Letras en la Frontera-. Aquí Amélie lee de su último libro A discreción del gato. Adela nos adelanta un fragmento de su próxima novela. Yo, aunque aún no se publica, leo algo de la versión bilingüe de mi poemario que saldrá en noviembre. Al final, se abre el micrófono al público y siguen unos momento para firmar libros.
Un par de muchachas me piden una entrevista para el canal de televisión universitario y al preguntarme en inglés: ¿Qué recomendaciones tienes para otros jóvenes que apenas están comenzando a escribir? Yo les contesto algo que me había costado comprender, pero que he reforzado en las últimas horas acompañada de mis amigos de Letras en la Frontera:
Que escriban y escriban y nunca dejen que nadie les diga que lo que escriben está mal, ni siquiera ustedes mismos. Porque a veces es uno mismo el que se pone obstáculos. No escuchen a nadie. Sólo sigan escribiendo y algún día se sorprenderán de lo que han escrito”.
La promesa de volver
El sábado por la mañana nos volvemos a encontrar en la segunda y última sesión del taller. Se unen otros dos miembros veteranos de nuestro grupo: Javier Villarreal de Corpus Christi y Juan Antonio González de Brownsville. Cuatro horas pasamos hablando de nuestros cuentos, haciendo críticas que nos enseñan a todos sobre cómo escribir textos más eficientes. Gerardo Segura es un gran moderador que dirige la discusión de forma amable y objetiva, siempre desde su inagotable sabiduría.
De ahí, la clausura, como es tradición, se lleva a cabo en casa de Alfredo con un convite. Ahí Cuqui me platica que Gerardo, radicado en Saltillo, Coahuila, viaja cada dos semanas a Piedras Negras a impartirles el taller a ellas (Cuqui, Mary Carmen, Blanquita y otras personas más): No se imaginan lo mucho que significa trasladar nuestro taller acá este fin de semana. A pesar de aprender mucho con Gerardo, siento que ahora el aprendizaje ha sido mayor porque están ustedes. Nos motivan, queremos aprender a criticar como ustedes, a escribir como ustedes.
La verdad es que ese taller también marca algo muy profundo en nosotros. También la convivencia, que es el punto de cualquier encuentro temático: interactuar con gente que comparta las mismas preocupaciones tuyas.
Este año hicieron falta muchos de nuestros miembros habituales y yo me lo lamento, pero Alfredo me recuerda que siempre estamos donde debemos estar. Quizás a los ausentes los veamos el próximo año. Quizás a los presentes también. Quizás no. Heaven only knows. Y nos despedimos, como cada año, con abrazos, intercambio de libros y de correos electrónicos, cada quién con una copa en la mano y una sonrisa en el rostro.