Cuento Ficción Revista

Cuatro minificciones de Miguel Barquiarena

::: Cuatro minificciones del libro El séptimo círculo, de Miguel Barquiarena, ganador del Premio Bellas Artes de Minificción Edmundo Valadez 2024 (México).

AGUA CORRIENTE

Cuarenta y nueve años son demasiados años. Paul Celan cruza los barandales del puente, se acomoda la corbata y se arroja al Sena. La niebla, como un dios de crueldad infantil, se abre a su paso hasta que golpea con el agua. En la compulsa oscuridad crece un resplandor como un submarino que se aproxima. Por instinto, Celan saca su cabeza a la superficie. Es un día espléndido. En las pantallas se repite su salto. El público aplaude en las gradas. Junto al Sena, unos oficiales de la Gestapo alzan sus cartulinas: 9.5, 10, 09, 9.5, 10.

      Padre y madre esperan a que salga, para envolverlo en una bandera de la esvástica.


PERFUME DE ALMENDRAS

Manuel Acuña, en su ciclo infernal, despierta con un dolor de cabeza que adjudica a la resaca del cianuro de la noche anterior. Rosario descansa a su lado en la cama. Al verla, Manuel asimila su suicidio, se sabe en el Infierno, y teme que Rosario se desvanezca, así que no pierde tiempo para amarla. Les pasan lista a las posiciones del Kama Sutra y se dan el lujo de crear variantes. Pero, después de una eternidad ablanda carnes, Rosario sigue a su lado. Cual fogosa garrapata, la actriz se ancla en el pecho del poeta. Tan enamorada que no le representa reto alguno. Tan abrazada a él que lo empalaga con la miel que despiden sus poros.

      Ante el cadáver de su pene, el hijo predilecto de Coahuila pone a prueba la musculatura de su lengua, y no precisamente para recitar poemas.

      Al fin llega la noche y Manuel finge sueño para librase de Rosario, que no se desprende de él hasta que se abre la puerta, entra la madre del poeta y se echa entre los dos.



LA TELARAÑA

1941. Rusia es el país de los estómagos vacíos, de las guerras y el sospechosísimo tras las persianas del vecino. Marina Tsvietáieva tiene dos semanas raspándose los nudillos contra puertas sordas, en compañía su hijo Mur. Viajaron a Elábuga con la idea de una vida menos miserable, eso le dijo la poeta a su hijo, aunque ella lleva varios años fijando su mirada en las lámparas araña, como un insecto encandilado.

31 de agosto. Tsvietáieva patea la silla y se cierra la cuerda, al fin es una con la araña. En eso, una mano gigante le afloja la cuerda y le endereza el cuello quebrado. ¿Dios? ¿Un dios benigno perdonó sus versos blasfemos? No, oh, no. Marina es la corbata que se acomoda un ministro bolchevique, que departe con otros obesos, alrededor de una mesa rebosante de platillos. Frente a ellos, una ventana donde la poeta puede ver a su esposo y a su hija Ariadna, que dejó presos por la revolución (quien diga que el Infierno nunca se congela, seguro no conoce los gulags de Siberia), su hijo Mur, que debió descolgar su cuerpo, y también la pequeña Irina, muerta por desnutrición en un albergue a sus tres años. Toda su familia, destruida tras la caída de los zares, lamiendo el cristal tras la ventana. La poeta no tiene voz, ni llanto, acaso siente, en sus pies de corbata, las migajas que caen de la boca del ministro.


PÁJAROS

En enero de 1938, Rosamond Pinchot puso fin a su vida con monóxido de carbono. Ya sabes, el garaje, el coche, pero ella no nos atañe. Viene a cuento porque era amiga y socia, en sus intentos de brillar en Broadway, de Dorothy Hale. ¿Y quién es Dorothy Hale? Es la joven del suicidio inmortalizado (valga la expresión) por Frida Kahlo que, nueve meses después de la partida de su amiga, saltó de su edificio en Nueva York. Si alguien enlista a las mujeres con dotes dramáticas que han escogido esa salida, específicamente en esa ciudad, se va a topar, entre muchas otras, con Linda Holston, una actriz que se lanzó con su perrito.

¿Qué sigue para los suicidas que se arrojan de los edificios? En el Averno no dejan de caer y caer al vacío. Están asustados, tienen tiempo para reflexionar, desisten de esa muerte, pero no dejan de caer. Aumentan y aumentan la velocidad. El suelo se ve cerca. Tratan de cubrirse del impacto. Nada. Era una lona de papel lo que han atravesado. Se intensifica la bajada, otro suelo de papel, de pronto, cuando menos lo esperan ¡Pas! El concreto los frena.

      Por ahí van José Agustín Goytisolo, que se tiró de la ventana de su casa; Ana Cristina Cesar que se desprendió del octavo piso del departamento de sus padres; y ese es Chet Baker, que se echó como buzo desde su habitación en un hotel de Ámsterdam, va tratando de asir su trompeta (que, por cierto, nunca alcanza).   

  

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