Reseña Revista

Partituras de insomnio

Foto de Anders Eriksson.  Tiempo de lectura 3 minutes.

Algo sobre Partituras de insomnio (ALJA Ediciones, 2016) de Ramiro Rodríguez.

Por Elías David.

 

Conocemos a Ramiro Rodríguez el maestro, el editor y el poeta. A veces lo conocemos solamente en una de estas tres funciones que desempeña, pero si queremos conocerlo en las tres al mismo tiempo, Partituras de insomnio/ Scores from Insomnia es una excelente forma para hacerlo, para conocer sus inquietudes, sus desvelos, su pensamiento poético y las influencias que le han enseñado a dominar su orfebrería.

Como si en la noche se convirtiera, Ramiro explora con una mirada inquisitiva, observadora de los restos del día, las relaciones que durante éste se trazan, el amor, la pareja, la ciudad, la creación poética. Si de algo va a servir el insomnio será para recuperarse a uno mismo tras las responsabilidades, la jornada que tanto ayuda a subsistir como sofoca con su calor solar, su viento marino, sus calles. Pero todo esto es herramienta poética. Wittgenstein decía que no hay mundo sin lenguaje; Ramiro Rodríguez tiene tanto mundo como su maestría le permite dominar el idioma para retratar la noche, no está quieto en un solo lugar; él, como noche, mira toda la noche, o toda una ciudad, para no sonar extremista; sus ciudades, las que él conoce, en las que habita y lo habitan a él.

Partituras de insomnio/ Scores from Insomnia es un libro conformado por tres poemas; en el primero, titulado “Espejos”, Ramiro explora su noche, su casa, su cuerpo hecho de dos a veces, se alcanza a ver una influencia de Paz y su libro Ladera Este, por su forma de abordar el erotismo, por ejemplo: “Bajas como deidad / sin labios ni lengua (deidad en la memoria / de eventos pasados) a un territorio poblado / de moluscos: por conjuro, baja la marea”. Y en “Se deletrea tu nombre en la arena, / embarcación que navega en favor del viento, / tu nombre de semillas y de polvo, / pezones incrustados en la brisa, / labios que se rompen en la ferocidad de la marea. / La sal (llovizna en el oleaje, / vaho en la memoria)”. Ramiro nombra al amor sin miedo, en tiempos donde se busca dejar de ver el cuerpo femenino como un objeto, él objetifica al amor, no a la mujer, su cuerpo del deseo es el amor vuelto mujer sin buscar otras palabras más que las que sus ojos ven, porque en la oscuridad de la noche, el amor nos hace ver todo un mundo o todo el mundo es el amor resumido en una sola noche, en un solo cuerpo luego traducido a los versos que lo volverán eterno.

El segundo poema, “Urbano”, como su nombre lo dice, es un paseo por la ciudad de noche, los fantasmas del día, los restos del pulso citadino, las calles solitarias, las paredes con ecos escritos como pruebas de que entre esas cuadras vive gente, que bajo esas palmeras los pasos resuenan aún y hay un ojo, una mirada que los retrata, los interpreta, e incluso la diagnostica (a la ciudad), le dicta su enfermedad, enferma de soledad, de hipertensión, de falta de poesía, pero para eso existen autores como Ramiro Rodríguez, para curarla con textos donde el ciudadano de a pie se identifique y, quizá, se reinicie unas buenas dosis de poesía, de literatura, de sensibilidad.

El tercer poema, acaso pelea con el primero para volverse el más íntimo del libro, pero le gana con versos como los siguientes: “El dinero / en mis bolsillos no es suficiente / para comprar heces / de creatividad. / Noción de comercio. / Para encontrar / la revelación en tu cuerpo / de diosas, no hacen falta monedas / en mis bolsillos, / sólo palabras”. Cómo el poeta dice no poder encontrar palabras, cómo llega a la imposibilidad que a veces asalta al autor para retratar con el lenguaje, pero al mismo tiempo menciona este ciclo eterno de escritura e impotencia de lograr la captura de la musa en versos. No halla palabras, ni comprándolas, pero no necesita dinero, la necesita a ella a quien le basta con palabras para encontrarla, las mismas palabras que no halla ni comprándolas. Acaso la realización del poema se ha hecho carne y hueso y camina a su lado, por eso ya no es poema, sino verbo hecho carne.

Quien haya leído a Ramiro Rodríguez sabe lo que va a encontrar en sus versos, sus metáforas, sus recursos literarios a los que dobla y desdobla a placer; quien lo haya leído antes sabe que en un libro de Ramiro Rodríguez confluyen el maestro, el editor y el poeta. Porque no son versos tirados al azar, son frases estructuradas, vocabulario elegido con pinzas, imágenes podadas a la perfección para decir lo que se quiere, o hacer sentir lo que se busca hacer sentir. Nada se pierde en sus versos, nada sobra, solamente se añade lo que el lector encuentre desde esa íntima y personal forma que tiene la poesía de significar algo único para cada quien: La lectura.

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