Columna: Notas de J. P. Dávila Ensayo Revista

Nota sobre el yo en la obra de Borges

Por J. P. Dávila

::: En esta entrega de su columna crítica nos lleva el ensayista, con su característica agudeza analítica, a considerar uno de los temas centrales en la obra del maestro argentino.

De la misma manera que el protagonista de “El evangelio según Marcos” reconoce “que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota,” el narrador del poema “Mi vida entera” reduce lo experimentado a lo largo de una vida a la recurrencia de tipos, patrones y personajes: “He atravesado el mar. He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o tres hombres…Creo profundamente que eso es todo y ni veré ni ejecutaré cosas nuevas.”  La humanidad parece, según Borges, contarse la misma historia con los mismos personajes.

En su ensayo “La nadería de la personalidad”, que escribió a los 23 años, dice Borges que “la personalidad es una trasoñación, consentida por el engreimiento y el hábito, mas sin estribaderos metafísicos ni realidad entrañal,” (Collected Fictions 400). O, en otros términos: ¿será que, como el credo posmodernista que dicta que solo se aproxima a la novedad renovando el pasado de manera interesante y estéticamente dinámica, Borges creía que todo se había hecho—siendo cada vida una recombinación de experiencias finitas—y que la identidad personal fuese arbitraria? Tendremos que ver el inicio de esta idea en el pensar de Borges.

Sin duda una de sus mayores influencias en su juventud fue Macedonio Fernández, amigo y compañero escolar del padre de Borges. Su mujer falleció joven y Macedonio dejó sus hijos con sus hermanas y adoptó una vida de filósofo errante y escritor. Fue en este punto de su vida—el comienzo de la década de los 20s—cuando sus peculiares ideas filosóficas empezaron a desarrollarse. Un biógrafo de Borges, Edwin Williamson, capta la filosofía de Fernández así:

La vida errante de Macedonio salió de una perspectiva filosófica caracterizada por un idealismo extremo. Negaba la realidad del tiempo, del espacio y del yo, que consideraba como un enjambre transitorio de estados mentales que ni siquiera demostraban una conexión entre ellos. Su convicción de que el mundo no era conocible y que la personalidad individual era una ilusión puede haber sido causada por dos eventos trágicos en su vida: el fallecimiento de su padre, cuando solo tenía dos o tres años, y la muerte de su esposa. (traducción mía 96)

Su estilo de vida mantuvo a Macedonio en contacto con los amigos, cuyas casas frecuentaba, incluyendo la de la familia Borges. Así, a largo plazo, el joven Borges fue conociendo a Macedonio y sus teorías filosóficas. De importancia aquí es la elaboración, a través de su obra, de la teoría que negaba la existencia del yo, un tema que alzaba la cabeza cuando Borges escribía del arte y lo temporal.

Aparte del impacto que tuvo Macedonio en Borges, es difícil decir con certeza quién más influyó a la concepción del yo borgiano: se hablaba bastante en su tiempo formativo de la individualidad, la psique y el yo en la psicoanalítica. Lacan empezó a publicar en la misma década que Borges hizo “La nadería”, y los modernos—especialmente los modernistas en los Estados Unidos—sospechaban que el yo era cosa vaporosa y fragmentaria. Para mejor asir lo que significaba el yo para Borges, comenzamos explicando lo que no fue.

En “La nadería”, Borges dice que el yo/la personalidad no es la suma de una colección de memorias o un conglomerado de estados de mente. Y aunque si se equivocara, dice, la definición de individualidad es idéntica para todos: “tu convencimiento de ser una individualidad es en un todo idéntico al mío y al de cualquier espécimen humano, y no hay manera de apartarlos” (Selected Non-Fictions 4). Borges aclara su posición al distinguir entre el ente biológico que somos y el sentido de ser un “yo” que nos ofrece la creencia en la personalidad individual:

Y erran también quienes suponen que la negación de la personalidad que con ahínco tan pertinaz voy urgiendo, desmiente esa certeza de ser una cosa aislada, individualizada y distinta que cada cual siente en las honduras de su alma. Yo no niego esa conciencia de ser, ni esa seguridad inmediata del aquí estoy yo que alienta en nosotros. Lo que sí niego es que las demás convicciones deban ajustarse a la consabida antítesis entre el yo y el no yo, y que ésta sea constante. (Ibid 4)

Terminamos con la raíz de una idea—si no una teoría incompleta—que florecerá en la obra de Borges a partir de este ensayo. Y aunque no nos niega el sentirnos muy aquí, muy individualizados, rechaza la idea de que la personalidad sea una estructura psicoemocional firme. Sería mejor considerar el yo como un complejo nexo fluctuante de acontecimientos, contextos, emociones y pensamientos, no un estable punto o perspectiva desde el cual se percibe el mundo. O quizá será mejor—y más poético también—imaginar que el yo es como la felicidad, cosa proteana que se descubre a vislumbres de vez en cuando.

Bibliografía

Alazaraki, Jaime, ed. Critical Essays on Jorge Luis Borges. Boston: G.K. Hall, 1987.

Borges, Jorge Luis, Collected Fictions. Trans. Andrew Hurley. New York: Penguin, 1999.

—– Selected Non-Fictions. Trans. Esther Allen, Suzanne Jille Levine, and Eliot Weinberger. Ed. Eliot Weinberger. New York: Penguin 1999.

García, Carlos. “Borges y Macedonio: un incidente de 1928”. Macedonio. Net. Hamburg 1998-2004 7 Dec. 2006.

Jorge Luis Borges: La nadería de la personalidad. Jorge Luis Borges: La nadería de la personalidad. (n.d.). https://borgestodoelanio.blogspot.com/2015/11/jorge-luis-borges-la-naderia-de-la.html

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